martes, 24 de mayo de 2011

El Fascismo supérstite

La falta de argumentos con sustento democrático desnuda la verdadera faceta de la derecha peruana y una muy preocupante propensión del electorado limeño.

En un posteo anterior abordé el debate entre los 5 candidatos de mayores opciones de cara a la 1ra vuelta. La conclusión general fue que cuatro de estos sentaron una posición a favor de continuar bajo el modelo económico y el orden jurídico heredado del fujimorismo. El quinto, había divagado entre propuestas asistencialistas y cuestionamientos de forma a los otros cuatro sin abordar un debate de fondo, fueron las intervenciones de los otros los que “desnudaron” la postura del restante como “contraria” a la continuidad del modelo.

La 1ra vuelta concluyó y naturalmente, más allá del bluff de PPK, se dieron los resultados esperables. Pasaron la más radical expresión del modelo neoliberal, Keiko Sofía (heredera del fundador de dicho régimen); y, quien lo medios se han encargado de atribuir la calidad de “anti-modelo”, ósea Ollanta Humala. Ambos representan, desde perspectivas distintas, un descontento con el orden actual de las cosas. Por un lado, los fujimoristas “duros” añoran los días en que su gobernante actuaba con mano dura contra los rezagos violentistas de Sendero Luminoso y de paso se acordaba de llevarles asistencialismo financiado con el corrupto remate de nuestros recursos naturales. Por otro, los adeptos a la propuesta nacionalista depositan sus esperanzas de cambios en la economía en una poco clara propuesta de “redistribución de la riqueza” y lucha frontal contra la corrupción. Quienes asumimos posturas de izquierda es quizá más fácil reconocer que por más que la prensa, escandalosa y pornográfica, se empeñe en endosar banderas comunistas, socialistas o revolucionarias al candidato nacionalista; este no es precisamente un representante de la izquierda peruana. Si bien ha sabido plantear un discurso crítico al modelo económico neoliberal vigente (tanto como a su orden jurídico) las propuestas que esboza, su trayectoria y su entorno político hacen más bien que se perfile dentro de lo que se puede denominar como centro político, como tal ha sabido sumar el apoyo de sectores de centro-derecha democrática, centro izquierda y en menor medida de izquierda.

Dentro de este contexto se inició hace ya varias semanas la campaña final de cara a la segunda vuelta. Era de esperarse que la oligarquía peruana (grupos de poder económico sin mayor compromiso con la democracia, aquellos que no tuvieron problemas en respaldar el golpe de Fujimori en el 92) intente frenar toda posibilidad, por mínima que sea, de cambio. Así, no ha dudado en invertir en una grosera campaña mediática con dos objetivos concretos, primero destrozar la candidatura de Ollanta Humala, y segundo, hacer digerible a su contraparte, Keiko Fujimori, quien tras sus intervenciones previas a la primera vuelta (“que se escuche hasta la DIROES”, “Fujimori fue el mejor presidente de la historia del Perú) ha dejado en claro que en efecto es la continuidad del proyecto iniciado con el golpe del 5 de abril. La totalidad absoluta de los canales de televisión (de señal abierta y paga), la casi todas las emisoras radiales de gran escala, y una abrumadora mayoría de medios escritos, han respondido a esta “convocatoria” en defensa del “sacrosanto” modelo. Su estrategia se basa en la grosera distorsión de las afirmaciones del candidato de GANA Perú, una morbosa campaña del terror ha ido en crecimiento (amenazas de expropiación de ahorros, puestos de mercado, estatización de negocios privados, etc.), y en el colmo de la desinformación se le ha vinculado a regímenes autoritarios (actuales, pasados y ficticios, si regímenes ficticios que el peruano promedio asume como reales en una cómica muestra de ignorancia). Ese fenómeno, el terror que atraviesa la oligarquía peruana (fundamentalmente financiera y extractiva) que financia y orienta los grandes medios de comunicación recuerda al “capitalismo asustado” que devino en los regímenes fascistas de antaño. Asumiendo sin reparo alguno el discurso de “salvarnos del socialismo” de Humala, han delineado claramente su propuesta política, el Fujimorismo, que es de manera cruda y simple Fascismo, y como tal eleva a la condición de ícono a su fundador, léase Alberto Fujimori.

Humala por su parte ha procedido, con evidentes deficiencias, a convocar a diversos sectores de la sociedad. Paulatinamente ha pasado a ser el candidato de la concertación, hecho que se ha visto evidenciado en el reciente (y creciente) respaldo de personalidades diversas. Consecuencia natural de ello es que el candidato nacionalista ha dejado de lado alguna de sus propuestas iniciales más “cuestionables” (a mi criterio las más importantes, como el cambio de la constitución vía asamblea constituyente) y a asumir posturas mucho más amplias. Dentro de este marco, sin embargo, la campaña en su contra se ha recrudecido, dejando a ver que los métodos de control y propaganda del fujimorismo siguen vigentes (y aun no llegan a palacio), así como “otros métodos” (al cierre de esta nota se me informaba de un ataque vandálico a la residencia de Humala). Así, la prensa se ha sumado a la proclama de Keiko, quien pretende justificar el horror que el régimen de su padre (ella lo asume como propio) con sus casi 8000 mil desaparecidos, 300 000 mujeres esterilizadas a la fuerza, y 6’000 000 000.00 de dolares robados, en nombre del “progreso” del Perú. Se reducen así la importancia de los valores cívicos y humanos más elementales, la dignidad (palabra que carece de sentido en los programas de Bayly y Aldo M.) no es ya más que algo incomodo, una pose que es mejor dejar de lado; la historia, una serie de acontecimientos que solo los resentidos (que no miran al futuro) recuerdan. El plan del fascismo va más allá de la instalación (re-instalación) de una MAFIA en palacio, apunta a la degradación moral absoluta de los peruanos para imponer como únicamente válidos los intereses de una minoría corrupta y mediocre, de una oligarquía que ha recurre una vez más al fascismo como alternativa.

Frente a esta situación cabe primero, lamentar la tendencia mayoritaria de la clase media limeña, que en el colmo de la alienación e ignorancia ha asumido como propio este discurso fascista; ya no cabe explicación frente a afirmaciones como “voto por Keiko para salvar la democracia” ridiculizadas por los mismo exponentes de la derecha democrática. Es evidente que este apoyo va mas allá del voto, pues a ello se le suma una campaña racista y reaccionaria que reúne a lo más retrógrada de la sociedad peruana (Opus Dei incluido). Segundo, asumir una postura firme de rechazo a esta tendencia política inhumana e idiotizante. Dicha postura no puede ser retórica y abstracta, pues estamos ante una amenaza concreta y poderosa, la restauración del fascismo en el Perú. En ese sentido, muy a pesar que se que Ollanta Humala está lejos de representar una autentica alternativa de transformación (menos ahora con la serie de concesiones a sectores de centro-derecha) he de reconocer que se presenta como la única alternativa democrática frente a un gobierno dirigido y digitado desde la DIROES.

Tampoco podemos dejar pasar por alto las observaciones a la trayectoria política de Ollanta Humala, quien sin pasar por el fogueo que todo líder debe tener con el pueblo y en sus organizaciones de base, hoy pretende aspirar a la máxima representación posible; me reservo mis opiniones y críticas al respecto. Con todo ello, no existe crítica alguna a este candidato que no se vea magnificada y recrudecida en Keiko Fujimori y su banda de criminales. Por todo ello afirmo que hoy por hoy la alternativa democrática es respaldar con un voto crítico la candidatura de Ollanta Humala y GANA Perú. Hecho que, frente a la gran amenaza del Fujimorismo, no debe quedar en solo ello. Existe el riesgo inminente de un Fraude Electoral, frente a ello solo la movilización social puede ayudar a vigilar el respeto a la voluntad popular, así mismo, insto a mis compatriotas a asumir esta postura. La amenaza está dada, y nuestra alternativa también, frente al Fraude y el Regreso de la Dictadura, solo la movilización popular organizada y el voto vigilante nos quedan.

Nunca más Fujimorismo en el Perú.
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viernes, 13 de mayo de 2011

Reflexiones periódicas

Veo en redes sociales como Facebook o Twitter y en muchos comentarios de portales de noticias un gran número de compatriotas que, en el devenir de los últimos procesos electorales, van reflexionando sobre a quién confiarán su voto. Esto fue más notorio hasta antes de esta segunda vuelta, cuando teníamos grupos más o menos definidos alrededor de los cinco candidatos con mayores posibilidades y dentro de ellos un buen número de personas con una volatilidad de voto impresionante. Es que en estos tiempos de política 2.0, ser partidario de una opción política es tan fácil como poner una insignia en tu foto de perfil. Evidentemente, esto es consecuencia de la despolitización programática y sostenida de los últimos 20 años en todos los ámbitos de la sociedad, justamente para reforzar ambientes como el actual donde campea el imperio del miedo, provisto por la mayor parte de los medios.

¿Acaso no sabíamos que Ollanta Humala viene con toda la carga del proceso del 2006 (la relación con Hugo Chávez, el caso de Madre Mía, la irregularidad de su discurso)?

¿O no estábamos al tanto de la defensa cerrada de Keiko Fujimori para con el gobierno de su padre, condenado por asesinato y corrupción (defensa que sobrepasa el amor filial y llega a los límites de apología al delito)?

¿Había dudas sobre el manejo irregular de muchas de las obras proyectadas y ejecutadas por Luis Castañeda (sin mencionar el carácter institucional-fascista que promovió en la Municipalidad de Lima)?

¿Alejandro Toledo no venía de un fallido gobierno, nacido de la conquista democrática realizada en el 2000 y minada por casos gravísimos de corrupción, nepotismo y represión extrema (además sus vicios y debilidades, algunos magnificados por la prensa)?

¿Pedro Pablo Kuczynski aparentó alguna vez ser más que un operador político-económico de intereses extranjeros (y con un sincero desprecio por la población indígena, moderada ligeramente durante la campaña)?

Apurados, un puñado de gente lee los planes de gobierno o se detiene a ver sólo las propuestas de los candidatos, como si en ellos fuera a encontrar lo sustancial de cada proyecto político. Cada uno de ellos transmite su propia interpretación (sesgada o no) a ese otro grupo mayor que hará suyo ese mensaje, con base en sus características y necesidades individuales. El problema radica en que nos han ido arrebatando la capacidad reflexiva, crítica y actuante sobre los poderes gobernantes y nos dejan a merced del mayor de sus aliados: la prensa rastrera y tendenciosa.

Así las cosas, cada cuatro o cinco años nos imponen una agenda “política” y nos fuerzan a reflexionar sobre asuntos que ellos mismos nos obligaron a dejar de lado. Y con “ellos” me refiero a los componentes del sistema político actual: los partidos llamados tradicionales, aquellos nuevos que aspiran a ser parte de ese mundillo y sus aliados de turno, cada quien defendiendo sus propios intereses (o de los que tienen el poder económico). Ninguno de ellos plantea fortalecer radicalmente la democracia desde sus bases, incentivando el pensamiento crítico y la actividad política (no politiquera). Más aún, todo parece indicar que seguiremos así de estáticos, adaptando nuestros principios y valores a los de otros, para terminar eligiendo al que ofrezca cambios menos drásticos.

Una preocupación que se desprende de todo este proceso es saber qué pasará después del 5 de junio. Tal vez se hagan marchas y manifestaciones a favor y en contra de quien salga elegido… por un tiempo. ¿Pero luego?

Sinceramente, espero que podamos sostener un frente crítico sobre quien esté en el gobierno. Aunque no es buen síntoma el que, después de 10 años de incipiente democracia, muchos estén pensando que “más vale dictadura conocida, que dictadura por conocer”.
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